miércoles, 6 de enero de 2010

TAIKEO


Penetrantes aromas surgían desde el bosque húmedo luego de la tenue lluvia, además realzaba los distintos verdes de los árboles, el silencio era espectacular, podía escuchar la brisa al pasar entre las ramas, sorprendido por los sentidos, el éxtasis al contemplar tremenda belleza mi espíritu voló fuera de mi liberado… feliz.
Mi ensueño transpone las barreras del conocido ser que por años me transportó.
Lo vi desposeído en su mortaja corpórea pero con una sonrisa satisfactoria, única.
La hierba mullido camastro natural humedecía sus ropas gastadas de rutas y uso.
Me aproximo suave sentándome a un costado a contemplarle, reconocerlo fue grato, Sabiendo ya que su condición era irreversible me puso triste pero a la vez una emoción enorme por ver todo lo andado en él, ese pequeño y delgaducho cuerpito. Enormes distancias que transponen al tiempo y a los seres conocidos, lapsos dispares, terribles, pesadas cargas o placenteras épocas, todas vividas allí.
Es ahora el recuerdo, engrandece mi sabiduría tanta paz compartida con él hasta el sol envidiaría tanto brillo girando alrededor hasta ascender en el sonido de eternas melodías encontradas después de una tormenta, como después de amar.
“Cuando lo encontraron a su alrededor crecían pequeñas flores multicolores engalanándolo como ofrenda”.

José Castro

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